sábado, 17 de mayo de 2025

El mejor champú

-       Mamá, ¡tenemos que comprar el champú Belleza Eterna!

-       ¿Belleza eterna? 

-       Si, es el mejor. 

-       ¿Mmm? - cara de no entender de la madre de Rosalía. 

-       Mirá, es el mejor. Seguro que a mí que tengo medio rulos me deja las ondas lisitas y bonitas, y a vos que te lo planchás te lo va a dejar brillante y lindo, no todo pajizo como dice la tía. (Breve silencio de pensar) Le voy a avisar al vecino, el otro día lo vi pasar con su bicicleta desnutrida y se está quedando pelado, seguro el champú le hace crecer el pelo. 

-       Ni se te ocurra. 

-       Se va a sentir mal, ¿no?

-       Si. 

-       Bueno, entonces le digo que le queda lindo menos pelo, y que seguro le da menos trabajo. 

-       Tampoco. 

-       Bueno. No. (suspira)

-       ¿De dónde sacaste que ese champú es tan bueno?

-       No, no, no es “tan bueno”, es el mejor. Lo dijeron en la tele.

-       Ay, pimpollo, es mentira - se ríe la madre. 

-       No me entendés. En la tele había una chica rubia, con el pelo todo así, y ella con una voz hermosa, que explicaba que es “el mejor”. “El mejor champú”, dijo. 

-       Te entiendo, pero es mentira, esa chica dice lo que le escribieron que diga, lo que quieren es vender el producto, no es cierto que sea el mejor. 

-       Pero, mami, ¿vos decís que ellos mienten para que les compre el champú más gente?

-       Claro. 

-       ¿Son unos mentirosos?

-       Si. 

-       ¿Y no les enseñaron que mentir no es bueno? ¿Que está mal?

-       Bueno, saben, pero digamos que son las reglas de la publicidad. Todos sabemos que es mentira.

-       ¿La gente sabe que son unos mentirosos y les sigue comprando el champú?

-       Si.

-       … (cara de pensar muy seriamente) Entonces el chico del dentrífico también miente cuando dice es bueno para las caries… y que las chicas de enamoran de él…

-       Dentífrico, dentífrico. Si, también mienten. De hecho ahora hay quien dice que el flúor del dentífrico es muy bueno para las caries… porque las produce. 

-       Me voy a dar una vuelta en bici - suspira - así pienso en cosas lindas. Si, mejor.


Cómo llenar el vacío existencial

 

Rosalía abre un ojo y se refriega el otro mientras escucha a su mamá que levanta la persiana. 

 

- Buen día, mami. 

- Buen día, pimpollo. Tulín tulín. ¿Vamos a pasear hoy?

- ¡Si! ¿A la plaza? - se incorpora con entusiasmo. 

- Después. Primero vamos a la casa de la tía, que no anda bien. 

- Ella no anda bien muchas veces. Es lo que come, que le hace mal - se sienta en la cama y se va vistiendo.

- Está triste, y decaída, eso no es por no comer - le ayuda a ponerse el pulóver.

- Está "deprimida", y una vez le  pregunté qué era eso, y me contó que siente como un vacío en alguna parte que no está en el cuerpo, pero es como un agujero que se chupa todo. ¿No?

- Algo así, claro. Y no es por no comer. 

- Es por comer mal, por comer porquerías. Cuando yo tengo hambre, siento como la pancita vacía y vos me decís que no coma porquerías, por eso como comida y estoy bien, no me enfermo. Pero ella siente el vacío ese y come porquerías: mira el noticiero, la novela esa que es horrible y vos no me dejás que la vea pero una vez espié y qué fea es, no sé por qué les gusta eso, una chica decía "no me podés tratar así", y lloraba, pero lo agarraba al tipo en lugar de dale un empujón y escaparse, porque si la trataba así para qué lo quería agarrar.

- Rosi, son cosas de grandes, por eso no entendés. 

- La abuela dice que no son "cosas de grandes", dice que están enfermitos. Yo hice un pacto con Julita, que si una se pone así de enferma, la otra le va a dar un buen sacudón, para espabilarse. 

- Listo, a desayunar, que sino no vamos a poder ir a visitar a la tía. 

- Bueno. Hoy voy. Pero si sigue así le voy a avisar que voy a ir menos, porque verla a ella cuando se pone así es como comer comida de porquería.

- ¡Ay, no le digas eso, pobrecita, ella no lo hace a propósito! No le va a hacer bien que le digas eso. 

- Capaz que sí. 

 

    

jueves, 24 de abril de 2025

Soñé que era caballo

-  Soñé que era caballo.

-  ¿Cómo es eso? – pregunta su papá con curiosidad mientras le sirve el desayuno a Jose y luego sigue con el suyo. 

- Una sensación hermosa. Todos mis músculos estaban felices, corría y el viento me daba en la cara. En la cara de caballo, bueno. Un sentimiento de libertad, de no tener que preocuparme de nada, sólo correr. Algunas veces me sentí así, siendo yo. Pero siendo caballo eso se sentía todo el tiempo. 

- Debe ser lindo ser caballo – ahora es su madre la que interviene.

- Sí, mucho. Ahora estoy tranquila, pero cuando me desperté me dio rabia, o tristeza o algo así: me di cuenta de que solo estaba soñando. Me sentí rara. 

- Solo estabas soñando… Terminá el desayuno, no querés llegar tarde a la escuela - agrega su padre.

- Ya está - se termina el contenido de la taza y se lleva un bocado para el camino. - Nos vemos a la vuelta, ma. Te quiero, pa - y los besa a ambos.

    El día transcurrió normalmente. O casi normalmente.

     A la tarde, cuando Jose volvió a casa, habían pasado una serie de cosas curiosas, inexplicables, diría ella.

- Julieta dice que nunca le gustó Edgardo, ma. Me parece genial, Edgardo nunca me cayó bien. Pero ella me volvía loca diciéndome que le gustaba. 

- Si te caía mal, alegrémonos porque a ella ahora no le gusta. 

- Sí, sí, ya sé. Pero es raro. Y también es raro que hoy el profe se olvidó de tomarnos el examen. Y el resto de los chicos decía que yo estaba confundida, que no hay examen. 

- Te habrás confundido. 

- Puede ser, pero todo el día sentí que el mundo ya no es el mismo de ayer. 

 

Esa noche Jose volvió a soñar. 


- Hola, pichona.

- ¿Quién sos?

- ¿Quién te llama pichona?

- Mi mamá. 

- Pues yo soy la abuela de tu mamá. 

- ¿La abuela Pepita?

- Sí, cielo. Y tengo un mensaje para tu mamá, que está muy cerrada y no me deja entrar en sus sueños. Decile que te preste su caja de libros, la que es como esta. Y tocás acá, y corrés este libro, y ahí escondida vas a encontrar una cadenita como esta, con un dije como este. Quiero que te lo dé, es tuyo, y por ahora no te lo podés llevar de acá. Ese dije es un mensaje para vos. 

- Qué sueño raro… - dice Jose mientras ve que la abuela Pepita sonríe. 

 

Mientras se abre la persiana, Jose escucha: 


- Buen día, pichona. 

- ¡Qué sueño raro! - y se viste mientras le cuenta el sueño a su madre. 

- ¿La caja de los libros? A ver, te la traigo. 

 

Y ejecutando los movimientos aprendidos se abrió la caja, y estaba el dije y la cadena del sueño. 


- ¿Entonces el sueño era real? 

- Bueno, nunca te dije, pero de mi abuela Pepita se decía que tenía poderes mágicos. Ella se reía, pero no lo negaba. 

- ¿Vos qué pensás, la abuela Pepita habrá hecho algún hechizo para que yo soñara que era caballo, también? 

- Capaz. 

- Esto parece una M, ¿hay nombres con M en la familia?

- Ninguno antes del tuyo.  

- Pepita es una bruja… - susurra Jose. 

- ¿La abuela Pepita o vos? Vos también sos Pepita, María José.

 

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