-Ponele que traiga la manzanilla esa que acá no se consigue.
-¿Por qué acá no se consigue?
-Porque es una variedad que necesita poca luz, y acá luz es lo que sobra.
-Ah - asiente con la cabeza - Ya le puse.
-Y que por favor se duche antes de venir, la última vez tenía un olor horroroso. Y que venga pronto, extraño la manzanilla y duermo mal.
-Qué chistoso… - menea la cabeza.
-Lo del olor es verdad. Estuvo con no sé qué familia que tenía una energía tan densa y espesita que se olía.
-No, lo de dormir, digo, qué chistoso.
-Ah, jeje. Bueno, ponele que me mejora el humor.
-¿Le cuento lo que estuviste haciendo en este tiempo?
-Si, decile que la fotosíntesis produjo excedente de oxígeno y te pusiste rarito.
-Cómo estamos, ¿eh?
-La humedad me pone de buen humor.
-Bueno, listo. Me cansé. La próxima carta se la escribís vos. Ya me toca a mí llevarla, de eso no zafo. Así que la escribís vos, que eso sí podés hacerlo.
-Vos tenés letra más linda. Dame que firmo.
-Yo le voy a poner la huellita, de firma, queda más tierno.
-¿Vas a quedarte allá unos días?
-Si me dan pollito o atún, puede ser.
-Listo, ya está. Que los vientos te sean propicios y el agujero sea veloz y tibio.
-¡Hasta la vuelta!
Se alejó de la maceta y se acercó al espejo. Se reflejó en él: un hermoso gato gris, peludo y elegante. Les juro que le vi un gesto de picardía. Y atrás en el reflejo, el potus agitaba una ¿mano? en señal de despedida. Les juro que sonreía, aunque no tenía boca.
El gato atravesó fluidamente el espejo.
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