Ayer el aire olía a pasto tierno,
me trajo la memoria de la infancia:
tío Abel cortaba el césped. Su fragancia
desata nudos de mi fuero interno.
Sin horarios, sin anclas, sin gobierno
cada día. Todo instante es ganancia.
Hay asombro feliz, y es la sustancia
que disuelve los miedos y el invierno.
Alumbré mi camino con mis canas.
Gocé dichas; hubo penas, tuve dudas.
Cambió el cielo, salió el sol muchas veces,
y vuelven a abrazarme estas mañanas
las viejas alegrías antes mudas.
Y se abrieron las puertas de los peces.
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